¿Ni yendo a bailar a Chalma?

Por: Gabriel Hernández Ramos

Todo el año es fiesta en Chalma

Al santuario de Chalma llegan infinitas peregrinaciones de casi todos los lugares de la Republica mexicana. Todo el año es fiesta en Chalma. La mayoría de los peregrinos llegan a pie, aunque también hay peregrinaciones en bicicleta, a caballo o en camión. Peregrinos revolcados, enlodados, mugrosos, cansados y hambrientos por los días de camino.

Cuando nosotros vamos a Chalma, hacemos tres días para llegar y luego nos quedamos una semana. Alternamos los lugares de salida, un año salimos de Huexoculco, al siguiente de Amecameca, luego de San Rafael y así sucesivamente. La salida es el primer sábado después del jueves de la ascensión del Señor, en la madrugada. Puede ser mayo o junio. Casi siempre llueve o por lo menos llovizna. En Cocotitlan hay ocasiones que nos dan de desayunar: pan, café, y tlacoyos calientitos. A las diez, antes de llegar a Ayotzingo, la carretera esta repleta de sapos apachurrados.

Al medio día descansamos junto al mercado de Milpa Alta, todos sacan su itacate y comemos: tlacoyos, tortas, fruta seca, agua y cerveza fría,  después, a seguir caminando entre las nopaleras. Todo el tiempo vamos alegres, hay risas, chistes, historias de las cosas de antes y costumbres de nuestros pueblos. Tenemos que ir contentos porque así le gusta al santo, porque nos queremos, porque nos olvidamos un poco del cansancio y de todo, porque caminar a Chalma es dirigirse a otro mundo donde se olvida quien es uno realmente –no hace falta-. El tiempo que se está en Chalma es un espacio sagrado, una realidad distinta a la que se vive cotidianamente. En Chalma día y noche es tiempo de Dios.

La primera noche descansamos en Topilejo o en el cerro que está más adelante, según el tiempo y el temporal. Ahí cenamos. Si es en el pueblo pedimos posada en alguna casa y si es en el cerro, alrededor de una lumbrada que se mantiene encendida toda la noche. A veces, después de cenar,  se recuerdan las cosas chistosas o difíciles de la jornada, mientras circula una botella de tequila (o de lo que Dios socorra) y los imprescindibles cigarros sin filtro. A los que ya están muy cansados o torcidos se les da masaje, se les curan las ampollas a los nuevos y nos vamos turnando para echar leña al fuego, también le damos de comer al señor mas viejo.

Tempranito, otra vez a darle. Primero suave porque los huesos y los músculos amanecen fríos, pero ya que se entra en calor la caminata se vuelve más ágil. Pasamos El Arenal, Las Torres y como a medio día llagamos a Agua de Cadena, un paraíso donde baja el agua fría y limpia a través de un canal de troncos ahuecados que forman una cadenita. Aquí hay muchos puestos de comida y es el punto de encuentro de muchas peregrinaciones. En Agua de Cadena nos juntamos con los grupos que vienen  del zócalo. Comemos juntos cerca del agua o bajo las ramas de algún árbol. Ahí ya somos una tropa numerosa, sesenta, setenta o hasta cien.

Justo donde nace el agua se levantan muchas crucecitas de varios tamaños, materiales y colores. Entonamos los primeros cantos a los maderos y al Señor de Chalma.

Jilguero qué hermoso cantas

ya pareces un canario,

vas recogiendo las almas

que caminan al santuario.

Luego viene la subida, empinadísima, de Penitencias, donde, los que van por vez primera, “los nuevos” suben cargando hasta la cima un tronco o una piedra a la medida de sus faltas, para dejarla a los pies de la Cruz de Penitencias. Otra vez cantamos:

Cantemos con alegría

cantemos con alegría

y con mucha devoción,

al Paraje del coyote

al Paraje del Coyote

y a la Cruz de la Misión.

Bajamos y subimos cerros motivados por la frescura de la tarde y los colores del ocaso que se aproxima. En la última cima saludamos a la Cruz de Ánimas, adornamos sus bracitos con listones de colores, mientras se canta una pasión para los fieles difuntos. Después, a correr porque ya es pura bajada, hasta Santa Martha. A veces la tierra esta suelta, o llovió y hay lodo, de todas maneras llegamos bien empolvados a Santa Martha. A las diez, once o doce caemos como troncos, por el cansancio o por las cervezas, el mezcal o el tequila.

Amaneciendo, el lunes, desayunamos algo calientito, aunque en Santa Martha ya hay regaderas, casi nadie se lava ni la cara, porque esos sudores y cansancio es lo que se va a “entregar” hasta Chalma. Aquí se empieza a hacer nudo la garganta y las lágrimas salen solitas. Todos nos formamos y comenzamos a avanzar, suenan las llamadas de los caracoles y el rasgueo de las conchas de armadillo: parejitos. A las orillas de la carretera la gente nos ve y nos bendice, nos da buenos deseos: “¡Que Dios los acompañe!”, “¡Que lleguen con bien!”, “¡Animo muchachos!”. “¡Son los danzantes!”, se dicen cuchicheando. Nos aplauden.

Dos o tres horas de camino y llegamos a Ocuilan, luego al Ahuehuete. En el Ahuehuete son “coronados” los nuevos con coronas de flores del campo que han venido juntando los padrinos y las madrinas, éstos pueden ser todos aquellos que han venido peregrinando más de una vez. En el ahuehuete danzamos así; mugrosos y vestidos de civiles. Ahí se queda el cansancio del camino y un poco de polvo, después a mojar la frente y las sienes de los ahijados con el agua que brota de las raíces del árbol viejo y a compartir un jarrito de pulque fresco.

Ahora sí ¡vámonos tendidos! Un rato por la carretera, donde los “sargentos” van cuidando el paso, la velocidad de los camiones y protegiendo las columnas de peregrinos. Como a las tres o las cuatro estamos entrando al pueblo de Chalma. Donde inicia la bajada para el santuario, nos organizamos y esperamos que llegue el último de la marcha, mientras se reafinan las conchas y se desenredan las cintas de los estandartes; se revisa que estén bien prendidos los sahumadores. Entramos todos juntos y bien formados. Los estandartes que han venido distribuidos a lo largo de la columna, se colocan al frente, junto con las ahumadores y las palmas que nos llegan a regalar. Los ahijados recién coronados se forman en medio, son como los niños que necesitan mas cuidado y protección. Los principales o capitanes encabezan las columnas y ponen los cantos de entrada:

De rodillas voy llegando

hasta llegar a tus pies,

Padre mío Señor de Chalma

que no sea la última vez

que no sea la última vez.

En la puerta del templo, después de pasar en medio de hileras de puestos y manteados de colores, se entregan las coronas y se dan un abrazo padrinos y ahijados. Se le habla al Señor y se le entrega la peregrinación, las intenciones y los cansancios de todos los que caminaron. Primero hay llanto, luego alegría o las dos cosas al mismo tiempo. ¿Cómo es posible caminar tantos kilómetros y llegar tan bien, tener la cuerda suficiente para todo lo que falta? Tal vez por eso dicen que el Señor de Chalma es “el santo mas cabrón”. Santo que también anduvo peregrinando hasta llegar a esa cueva (donde dicen que antes se hacían sacrificios al Señor Tezcatlipoca), así lo sustenta un canto:

Abre los ojos del alma

y veras a un peregrino,

a Dios, quien por amor vino

a las barrancas de Chalma.

Ya estamos en Chalma. Ora sí, a bañarse en el río de agua helada, quedar limpio de tanta mugre acumulada, de tanto sudor reseco que te ha entiesado los cabellos; a limpiar las heridas de aquellos que se espinaron a se ampularon al caminar. A descansar en la noche, tomar una cerveza y platicar los planes porque mañana empieza el trabajo para las cruces, el recibimiento de otras peregrinaciones y las bajadas en penitencia, las danzas y los cantos día y noche.

Chalmeros

Ya estamos en Chalma.  No es raro ver aquí las penitencias que bajan en la madrugada, el penitente va de rodillas desde Las Cruces hasta las plantas del Señor de Chalma. Los ojos vendados y sus padrinos animándolo a sus costados; de rodillas sobre las piedras disparejas y puntiagudas, mientras los cantos altísimos de las danzas abren la penumbra y acercan la claridad del nuevo día. Antes, también traían un nopal espinoso en la espalda y otro en el pecho. Ahora ya casi no se usa, sólo ha quedado la corona de largas y esbeltas espinas en la cabeza.

A Chalma llegan los pobres, los humildes y los ricos, los indios y los extranjeros, los que vienen como a una excursión y los que venimos a “trabajar”. Las mujeres otomíes bajan arrastrando espléndidas plantas de toloache. Los curanderos (llevan en su morral) velas de cebo, su copal, sus aguas floridas, hierbas y ofrenda para su cruz, la cual los está esperando en algún lugar de los cerros y barrancas; las innumerables danzas  que se mueven o cantan, que bajan y luego suben los enormes maderos; de día o de noche, bajo el extenuante sol o en el frío aguacero de la media noche. Lo importante es cumplir, primero reverenciando al Señor de Chalma, darle ropaje nuevo a la cruz y a vestirle su manto con flores de papel o de tela, y por ultimo a recordar a todos aquellos que nos antecedieron en  estas “memorias, recuerdos, obligaciones y devociones.”

En esta peregrinación y estancia en Chalma se cumple y se aprende. En estos Díaz dedicados a Dios nos reunimos en convivencia permanente, vivimos como una familia. Conocemos los secretos y defectos de los demás y ellos los nuestros. Aquí lo primero que sale a flote es el ego, la envidia, la inconformidad, la arrogancia, los celos, pero también lo sublime; la humildad, la ayuda mutua y espontánea, el verdadero sacrificio que consiste en servir con gusto a los demás; quitarse el pan de la boca para que coma el niño, la comadrita, el más cansado, quien más lo necesite; dar alivio a los dolores ajenos sin esperar nada; dar consejo al más testarudo; dar una sonrisa en el momento más solemne.

Para estar en Chalma se requiere una cantidad respetable de fuerza de voluntad y amor por el trabajo divino, esa labor que no nos da dinero, pero sí lo indispensable para seguir viviendo (paz, salud, esperanza) para mantener  con dignidad nuestras tradiciones y costumbres, las mismas que han defendido nuestros antepasados con tal valor y cuidado que aun hasta estos días tenemos la fortuna de conocer y representar. Además, la responsabilidad de permitir lleguen completas y fieles a la próxima generación que algún día nos habrá de sustituir en esta tarea santa.

Gabriel Hernández Ramos

Fotograma del Documental: sobre Chalma de la filmoteca de Unam. 1922

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