PRÓXIMAMENTE:
De lo mítico e histórico; de lo arcaico, lo conchero, a la mexicanidad.
Compilado:
Fabián Frías; Alberto J. Coranguez; María Cristina Córdova Ugalde ; Isidro Jiménez Ramírez ; A. Rafael Flores Hernández, Michelle Leisky; Brenda Lili Sánchez “Xochiocelotl” y el compilador José Antonio Cruz Rodríguez.

Danza prehispánica.
(Fragmento y adelanto)
Isidro Jiménez Ramírez
Zacatan, zacatan, zacatan 70 tan tan tan
En la mitad del siglo XVI se transformaría todo de lo que era una cosmovisión, los rituales donde se incluían danzas (resultado de un acervo de siglos precedentes) va modificándose, mimetizándose y mezclándose entre las distintas prácticas de las etnias nativas. Lo nahua-ñhañhu lejos de diferenciarse como vertientes excluyentes en su historia, más bien se incluyen y se entrelazan al tiempo que desarrollan rasgos propios.71 Lo que seguiría entonces en el siglo XVI y XVII sería una mayor interacción con poblaciones purépechas y chichimecas, así como con la población llegada allende del mar (ibéricos y afroantillanos) junto a la gran cantidad de castas que surgirían en dicha sociedad estamentada.72 Esto respecto a lo que en su raíz concierne a la danza que ahora nosotros conocemos como azteca chichimeca.
La costumbre de preservar la historia mediante pintura, canto y danza es evidente en los vestigios de los antepasados por lo que las danzas tradicionales son una forma de escritura etérea, conservada mediante el movimiento y la música. Su carácter colectivo es relevante al considerar quienes son en un principio sus cultivadores, o como se aprendieron, o de donde se tomaron, si las ‘enseñaron’ los frailes o son parte de una continuación, rasgo característico preservada en las sociedades indígenas que las conservan y les dan forma. Un variado acervo que se transmite y es recompuesto en la época novohispana.
Es una característica de la época virreinal la gran cantidad de población indígena que la componía respecto a los españoles que la habitaban, una reconfiguración social en la segunda mitad del s. XVI y primera mitad del XVII,73 es el tiempo cuando en muchos saberes hubo una amalgama de conocimientos, costumbres y hábitos entre la sociedad que se desenvolvía en ese tiempo. La población indígena continua entre la adaptación y la resistencia, aunque para el periodo novohispano tardío el tono de su trato con los peninsulares se ha modificado respecto al inicio de la irrupción hispánica, pues ha dado lugar al resignificado de sus contenidos, los ha considerado, adaptado o evadido al tiempo que pertinaz se reitera la memoria de los antepasados.
Considerar la procedencia de las danzas que conocemos como ‘azteca chichimeca’, respecto a sus formas coreográficas, pasa desde suponer que se debe a los frailes su inserción en los teatros de masas y como tal una procedencia de la península ibérica,74 hasta la cuantiosa cantidad de menciones sobre la afición y habilidad por la música y la danza que reconocieron los religiosos en los ‘naturales’, así como su decisión de auxiliarse de ello e intentar darle acaso una dirección discursiva.
Al ver lo mucho que con ello era para su solaz y forma propia de venerar, decidieron «dejar que siguieran con ello» es lo que se menciona muchas veces, no señalan que «entonces les enseñaron a danzar», la situación nos lleva a plantear: ¿quiénes detentaban la habilidad para la danza, la música y la veneración religiosa mediante la misma?, ¿se distinguían acaso los frailes por ser excelentes danzantes?, ¿los españoles tenían interés en mostrarse como hábiles ejecutores de danzas y que fueran mejor o incluso tuvieran mayor su conocimiento en esa materia frente a la población nativa?…75
“‘Aunque muchas de estas danzas se hacían en honra de sus ídolos,’ [Joseph de] Acosta insiste que el »baile« para los indígenas es más bien un regocijo o placer y, por lo tanto, ‘no es bien quitárselas a los indios, sino procurar no se mezcle superstición alguna.’ […]